lunes, 10 de septiembre de 2012

¡Sorpresa!

El domingo pasado me levanté no demasiado tarde y pensé en ir al mercadillo a comprar flores. Yo antes iba casi todos los domingos al mercadillo de Martiricos, ya que está al lado de mi casa y en apenas diez minutos estaba churreteando los puestos, feliz como una lombriz. Pero hete aquí que el malvado Ayuntamiento ha trasladado el mercadillo y ahora lo ponen en la feria. Un rollo total, porque para ir allí casi todo el mundo tiene que coger el coche. En fin, si quiero flores de mi puesto favorito no me queda otra que ir allí los domingos, o los jueves a Ciudad Jardín. 
Cogí el coche y cuando estaba casi en la autovía, pensé que hacía más de un año que no me pasaba por el mercadillo de Torremolinos, que es mucho más un rastro que los mercadillos de Málaga. Los de Málaga capital son para profesionales de la venta ambulante, pero el de Torremolinos está lleno de guiris vendiendo las cosas más variadas. Pensé que quizá habría algún puesto de telas (y lo había) o de productos de mercería (que también), así que me puse a dar vueltas por los muchos puestos de ropa de segunda mano, la mayoría a un euro la pieza, libros viejos, muebles, juguetes de segunda mano y atatangugus variados. 
Llegué a un puesto de un inglés y me encontré unas cajas alargadas con aspecto de ser realmente antiguas. Ya antes de abrirlas, leyendo la etiqueta supe lo que era. Nunca había visto ninguno, pero es un objeto fácilmente reconocible si has oído hablar de ello.
Esta es la caja:


 Un plano más cercano de la etiqueta. ¿Ya sabéis lo que es?


En el interior de la caja....


 ¡Un rollo de pianola! En perfecto estado.


 El tipo tenía unos cuantos, algunos mejor conservados que otros. La advertencia impresa en el tramo inicial del rollo es una preciosidad. 


 Cuando desenrrollas algo más, esto es lo que aparece.


Ésta tiene perforada la "Barcarola" de "Los cuentos de Hoffmann", con arreglos de un tal M. Moszkowski. Me los hubiera traído todos (¡baratísimos!) pero en realidad no conozco a nadie que tenga una pianola. Es más bien un capricho/ curiosidad para regalar a la musicóloga de la familia.

 Hale, ya he chafado la sorpresa.




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