Ese. Ese es el que ha pasado esta mañana por mi barrio y ha conseguido que me vistiera en cero coma y saliera escopetada detrás de él. Y todo por unas tijeras. Pero claro, no son unas tijeras cualquiera. Son unas tijeras marca Palmera, tijeras de modista de excelente calidad que con los años se me habían embotado y yo había tratado de afilar: cagada. Pero de las gordas, gordas. Vamos, de elefante. Ni se os ocurra intentarlo. Yo me había comprado otras tijeras (más grandes, de sastre) pero echaba de menos estas tijeras más pequeñas y cómodas para mi y mis mini- manos. Así que en cuanto he oído el "tirilirilíiiiii" del afilador me ha faltado tiempo para agarrar las tijeras y echarme a la calle detrás de él. Un hombre mayor, moreno renegrido de ir en la moto y con una delicadeza al pasar el filo por la muela alucinante. Al principio pensé "a ver qué me hace este tío, que me va a terminar de averiar las tijeras. Pero total, from lost to the river, ahora mismo ya no las puedo usar...", pero cuando vi cómo ponía los filos contra la piedra (por supuesto, accionada por una mobilete con más años que yo) me tranquilicé bastante. Y voilá. tijeras arregladas sin necesidad de llevarlas a vaciar al Pasaje de Chinitas donde me iban a cobrar un congo. ¿La prueba de fuego? cortar una tela de punto de lycra delicada y enganchona como ella sola. Perfecto.
Me alegro un montón por ti y tus tijeras. Esto de la crisis está reviviendo antiguos oficios. Qué graciosa eres hija mía, te leo y parece que te estoy oyendo hablar. Besos. Inma.
ResponderEliminarde esto ya no se ve por mi pueblo!!!
ResponderEliminaros acordais de el de arroooopeee y caaalaaabaaasaaaateeee!!! jejejejeje